Hola amigos: hace varios meses no escribo.
Siempre hay una razón. En esta oportunidad, mucho trabajo. Comencé a fines de
enero un nuevo libro que ya está en etapa de diseño. Ya les contare. Me ha
llevad por caminos insospechados del conocimiento, la música, el arte, la
educación, la literatura, el mundo mágico del teatro al cual soy ajena por mi
formación. Ya verán.
Después de varios meses de estar inmersa
en esos temas, viaje a Comodoro Rivadavia, donde nací. Estuve solo una semana.
Mucho más me hubiera gustado estar, pero los compromisos de familia, bueno, ya
saben...
Estuve con mis queridos primos Betty y
Luis que me llevaron por todas partes, sobre todo a orillas del mar, uno de los
paseos mas disfruto. Fui también a visitar a mi tía y madrina. Manuelita, que
solo tiene 96 años y anda divinamente.
Betty es muy cálida, viajera, se interesa
por todo. Cocina de maravillas y, como dijo una vez, parece que nos hubiéramos
criados juntas. Pero no fue así. La vida me llevó muy lejos de esa tierra.
Luis, su esposo, hijo de un alemán y una argentina, es medio explorador,
aventurero e ingenioso. Además de todo lo que hizo y trabajo en su vida, ahora
es artesano. Trabaja las geodas que encuentra a orillas del mar y hace unos
veladores pequeños que son un primor. Ha llegado recientemente de Alaska y
bueno, lo escuchamos y aprendemos. Me regala fósiles que encuentra siempre por
ahí y ya tengo mi pequeña colección. Intercambiamos libros y hablamos de
la admirable Margarita Yourcenar a quien lee; del petróleo que se llevan
de nuestros mares, y a mí, ver eso, los barcos en alta mar extrayendo petróleo
de pozos lejano con inmensos barcos que se llevan nuestra riqueza a otros países,
me deja pensando. Ya lo sabemos, un poco, pero verlo así, en esa dimensión, nos
sobrecoge Trataré de insertar algunas fotos de esos días. Veré si la lección
aprendida no la olvidé; parece que sí no logro insertarla.
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